Puebla, Pue.- Monseñor Víctor Sánchez Espinosa, dedicó su tradicional misa dominical en la Catedral de Puebla a los niños y niñas en el marco de la conmemoración de su día, dónde dijo que “son uno de los dones más preciados de la humanidad, nuestros niños”.
En este sentido, Sánchez Espinosa, destacó que los niños, son una riqueza para la Iglesia, ya que ellos hacen ver que todos son siempre hijos, y que necesitados de ayuda, y están necesitados de amor y perdón, dado a que son las condiciones para entrar en el Reino de Dios.
“Los niños son la esperanza que sigue floreciendo, un proyecto que se inicia continuamente, el futuro que se abre sin cesar”.
Dijo que el reconocimiento de los derechos de los niños y las niñas ha experimentado un indudable progreso, pero sigue siendo motivo de aflicción la negación práctica de estos derechos, como lo manifiestan los numerosos y terribles atentados contra su dignidad.
“Que Dios bendiga y cuide siempre a nuestros niños y a nosotros nos conceda la gracia de darles testimonio de solidaridad y cercanía”.
Día del trabajo
Para conmemora el día del trabajo, el líder de la grey católica, dijo que trabajar es propio de la persona humana. Expresa su dignidad de ser creada a imagen de Dios.
“Por eso se dice que el trabajo es sagrado. Por eso la gestión de la ocupación es una gran responsabilidad humana y social, que no puede ser dejada en las manos de pocos o descargado sobre un ‘mercado’ divinizado. Causar una pérdida en puestos de trabajo significa causar un grave daño social. Celebrar el día del trabajo nos debe llevar a reconocer que el trabajo nos dignifica y dignifica a las familias”.
¡El grito de los migrantes es nuestro grito!
Durante la CIII Asamblea Plenaria de la Conferencia del Episcopado, efectuada del 25 al 28 de abril de 2017 y en la que participaron cerca de 134 Obispos de las 95 circunscripciones eclesiásticas del país, agrupadas en 18 provincias, se reconoció que los migrantes son empujados por la pobreza o la violencia abandonan su hogar para trabajar honradamente y contribuir al desarrollo del país al que han llegado.
Por lo que se dijo que desde el camino, y aún en su destino, son obligados a vivir en las sombras, sufriendo soledad, maltrato, racismo y explotación. El sufrimiento de los migrantes, la Iglesia la escucha como la voz de Dios que como un grito, llama al corazón y nos invita a la acción. Un grito que nos exige superar la soledad del individualismo que nos hace vulnerables; ser hombres y mujeres honestos, justos, decididos a construir una sociedad dispuesta a quitar de raíz las causas de la exclusión, la inseguridad y la violencia, como nos pidió el Papa Francisco a los mexicanos.
En este mensaje los Obispos de México reconocen que “sólo responderemos a este grito cuando juntos trabajemos por una vida digna para todos. Cuando cada vida sea valorada y defendida. Cuando respetemos los derechos de todos y asumamos nuestros deberes. Cuando todos tengan acceso a una educación que forme personas y ciudadanos. Cuando todos tengan oportunidad de un trabajo digno y un salario justo, de modo que nadie se vea obligado a buscar opciones en el crimen o a salir del país para vencer la miseria. Cuando el Estado de Derecho sea una realidad por la honestidad y transparencia de autoridades, empresarios, organizaciones civiles, sindicatos y ciudadanos”.