Por Edgar Hernández Hernández
Consultor en Políticas Públicas, ex Delegado Atlixcáyotl, especialista en Gobernanza y Evaluación de Gobierno
En la vida pública, no siempre son los cargos los que definen a una persona. A veces, es precisamente cuando uno pierde un espacio institucional —por no someterse, por no callar, por no jugar a la simulación— cuando se mide la verdadera fuerza de una trayectoria.
Me ha tocado vivirlo.
Con más de 15 años de experiencia en la administración pública, he recorrido cada escalón con esfuerzo, compromiso y dignidad. Y también me ha tocado enfrentar exclusiones, señalamientos sin sustento y una campaña mediática que buscó borrar mi trabajo al frente de la Delegación Atlixcáyotl.
No lo lograron.
Porque cuando se actúa con convicción, no hay narrativa impuesta que pueda con la verdad de los hechos. Durante mi gestión realizamos más de 250 faenas comunitarias, logramos recuperar 9 predios en situación irregular, sostuvimos más de 35 reuniones de seguridad, recorrimos la zona con el Secretario de Seguridad Pública y enfrentamos, junto con los vecinos, el problema del agua en al menos 15 reuniones formales con la empresa concesionaria.
Pero lo que más me enorgullece no son las cifras.
Es la confianza de la gente.
Es la construcción de comunidad.
Es la identidad recuperada.
Y es, sobre todo, haber actuado con congruencia.
Cuando no me permitieron cerrar mi gestión con un informe, comprendí algo fundamental: la congruencia no necesita permisos. Por eso hoy presento este informe ciudadano, como un acto de gratitud hacia quienes caminaron conmigo, y como un ejercicio de memoria ante quienes apostaron a mi silencio.
Desde entonces no he detenido el paso. Sigo preparándome: curso la Maestría en Evaluación de Políticas Públicas, he impartido conferencias en universidades públicas y privadas, y colaboro como consultor independiente en proyectos de fortalecimiento institucional, bienestar social y gobernanza.
He aprendido que hay tiempos para actuar desde el gobierno, y hay tiempos para actuar desde la sociedad. Y que cuando uno tiene claros sus principios, la resiliencia no se improvisa: se cultiva, se sostiene y se proyecta.
No me define una declaración malintencionada. Me definen los hechos, la comunidad con la que trabajé y el conocimiento que he construido durante años.
Hoy estoy de pie, con más experiencia, más firmeza y más claridad.
No por ambición, sino por convicción.
Porque sigo creyendo que otra forma de hacer política es posible: cercana, valiente, honesta y con visión de futuro.
Habrá tiempo para regresar.