Esta semana inició el ciclo escolar 2022-2023 para los niños de preescolar, primaria y adolescentes de secundaria, inscritos en las escuelas incorporadas a la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Para muchos de estos estudiantes fue, literalmente, un regreso a las aulas, después de que los dos ciclos escolares anteriores se tuvieron que cursar en modalidad a distancia, híbrida o semipresencial, a causa de la pandemia.
Con seguridad, muchos de ellos, estuvieron felices de pisar por primera vez su escuela o conocer físicamente a sus compañeros. Sin embargo, muchos otros anhelarán la practicidad de conectarse desde sus casas y estudiar bajo el cobijo -y comodidad- del entorno familiar.
Porque la pandemia no sólo nos trajo cambios en aspectos como la salud, trabajo, convivencia, sino que también transformó el paradigma de la escuela y con ello el de la propia educación.
Nos permitió contemplar, de manera más cercana, los retos que como país tenemos en puerta y que, sin previo aviso, impregnaron nuestra realidad. Uno de los más urgentes es la necesidad de replantear el modelo educativo para los desafíos de este siglo, e incluso, los que vendrán.
Es indudable que México requiere un modelo que le permita competir en el entorno actual que nos rodea, vinculado estrechamente con el desarrollo tecnológico y el internet.
La aceleración tecnológica se ve reflejada en la automatización de muchas actividades y en la llegada de la inteligencia artificial, con lo cual el ser humano ahorra tiempo, esfuerzo y recursos; por otra parte, también pone en riesgo su empleabilidad.
Es un hecho que la tecnología ha venido destruyendo empleos desde la Revolución Industrial de fines de siglo XVIII, pero hasta ahora los seres humanos siempre habían logrado crear muchas más fuentes de trabajo que las que se habían aniquilado con la tecnología. Sin embargo, hoy, como nunca antes, se vislumbra al desempleo tecnológico como uno de los grandes conflictos mundiales del siglo XXI.
Incluso, antes de la pandemia, un estudio realizado por la Universidad de Oxford pronosticaba que el 47% de los empleos corrían ya el riesgo de ser reemplazados por robots y computadoras con inteligencia artificial en Estados Unidos, durante los próximos 15 o 20 años.
Pero, contrariamente a lo que muchos piensan, los países más amenazados por la automatización no serán Estados Unidos, Alemania, Japón y otras naciones industrializadas, sino muchos países en desarrollo de América Latina y Asia del Sur, acorde a lo investigado por el periodista Andrés Oppenheimer.
Es así que más allá de estos retos, producto de los cambios tecnológicos y la inmersión de la inteligencia artificial y la robótica, México tiene aún pendiente cerrar la brecha que ha abierto en la educación la propia conectividad.
Si bien en la última década, el acceso a internet en el país creció más del doble al pasar de 21.3 a 52.1%, según el Censo de Población y Vivienda 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), también lo es el que, de acuerdo con la UNESCO, el 24.84% de los estudiantes, de entre 7 y 17 años, no tienen acceso a internet.
Este aspecto se presenta como una situación preocupante, mucho más cuando en estos tiempos resulta difícil pensar que se puede hacer algo sin tomar en consideración el uso de internet.
Pero más allá de los embates de la propia automatización y la deficiente infraestructura del país, considero prioritario apostar por un enfoque educativo orientado a fortalecer competencias que preparen a los estudiantes para involucrarse y combatir la imperante desigualdad en la que vivimos.
Es decir que, además de impulsar a la ciencia y tecnología en los planes de estudio, también se deberá considerar el que las nuevas generaciones se preparen, por una parte, en fortalecer el involucramiento social y, por otro lado, en robustecer habilidades blandas, como la creatividad, capacidad de trabajar en equipo, independencia e incluso en ser autodidactas.
Como ya mencioné, la pandemia aceleró estos cambios de manera impresionante, por lo que no nos queda mucho tiempo. Es urgente apostar por ello, ya que como país no tenemos otra alternativa para salir adelante más que un modelo educativo innovador, pues como dijo Malcolm X “La educación es nuestro pasaporte para el futuro, porque el mañana pertenece a la gente que se prepara hoy”.