La economía mexicana sigue atorada y no se vislumbran vientos de mejora, al menos no hasta el tercer trimestre del próximo año, de acuerdo con las estimaciones del Banco de México (Banxico), pues tanto la inflación como el alza de las tasas de interés han afectado, y afectarán, al bolsillo de todos los mexicanos.
La inflación suma más de 15 meses por arriba del tres por ciento, que era el rango planteado o estimado por el Banco de México. El pasado fin de semana ha sido de malas noticias financieras.
Primero, el Inegi presentó el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), que registró un aumento en 7.88 por ciento anual en la primera quincena de junio.
Una de las primeras afectaciones a la economía de las familias por la inflación es el aumento de productos básicos, cuyo costo fue factor para que la inflación se estacionara en ese 7.88 por ciento.
Los precios de la papa y otros tubérculos, el pollo, electricidad, aguacate, naranjas y los refrescos envasados son los que más contribuyeron a que la inflación alcanzara su nivel más alto desde la primera quincena de enero de 2001, en esa ocasión el INPC se ubicó en 8.37 por ciento. Es decir que tenemos el aumento de servicios y productos más alto desde hace 21 años.
Las estimaciones oficiales, es decir de las autoridades federales o el gobierno, no son alentadoras. Banxico actualizó su pronóstico de inflación para el cierre de 2022, al elevar su previsión de cierre de 6.4 a 7.5 por ciento.
En cuanto al crecimiento del país la situación también es mala.
Por ejemplo, en 2019, primer año completo del Presidente Andrés Manuel López Obrador y sin pandemia fue del menos 0.2 por ciento; mientras tanto en el 2020 la economía mexicana decreció en un menos 8.2 por ciento; para 2021 fue del 4.8, pero no se ha recuperado la caída de los dos años anteriores, así como tampoco el empleo y muchos menos el ingreso per cápita o por familia.
La calificadora Fitch Ratings redujo su estimado de crecimiento económico para México, de 2 por ciento a 1.8 por ciento, además de prever más inflación.
Las perspectivas de crecimiento se ven obstaculizadas aún más por la lentitud de la inversión, una tendencia que se relaciona en parte con el ruido político y la incertidumbre regulatoria.
La inversión interna no ha crecido, así como se ha reducido la inversión extranjera en nuestro país, todo esto debido a la inestabilidad que existe y la poca credibilidad en el gobierno mexicano por parte de los inversores.
La legislación y la falta de certeza jurídica son los principales factores de que no haya interés en invertir en México.
En fin, el panorama no es nada halagüeño, con un PIB a la baja, una inflación creciente debido a los altos precios de servicios y productos y la falta de inversión y empleos, aunado al aumento de las tasas de interés, nos hacen ver que este 2022 será un año más perdido y el gobierno confía en iniciar la recuperación hasta julio del 2023, es decir un año antes de que termine este sexenio que ha sido de calamidad en lo económico, en lo social y más aún también en inseguridad pública.
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