El mundo está en guerra… otra vez. Las imágenes que nos llegan a través de los medios de comunicación son claras, del otro lado del planeta, está en marcha una batalla por un objetivo geopolítico.
Dos países civilizados, Ucrania y Rusia, se encuentran disputando el control de un gobierno y de un territorio, con continuidad en los enfrentamientos. Este suceso justamente se enmarca en lo que Dan Smith, presidente de la ONG británica International Alert, define teóricamente como una guerra.
Sin embargo, en los hechos, la realidad es más compleja. Las propias implicaciones del conflicto no son nuevas, por el contrario, se sustentan históricamente en un entramado geopolítico y económico, que anteriormente conectaba en un mismo bando a estas dos naciones, cuando formaban parte de la Unión Soviética.
Hoy, esta lucha se libra en el propio territorio de Ucrania, uno de los países más extensos de Europa, que ha tenido la desdicha de estar en el centro de la tensión, ya que tiene por un lado, al este, a Rusia y por otro, al oeste, a la Unión Europea, considerada como el bloque occidental, en el cual Estados Unidos -el enemigo histórico del Kremlin-, mantiene gran influencia.
Desde la perspectiva geopolítica, podríamos hablar de múltiples argumentos para validar o descalificar el conflicto, sin embargo dedicaré este espacio para hacer un recuento de algunas de las lecciones que como humanidad nos deja el mismo.
La primera es saber que no solo es Ucrania y Rusia quienes están en guerra, lo está el mundo entero, ya que las implicaciones de la misma se verán reflejadas en la inercia de todo el planeta.
Es evidente que habrá consecuencias en el plano económico y financiero y no solo son para estos países. Ya hemos visto como las bolsas de valores han estado descendiendo, lo cual ha afectado de manera directa a las cuentas de empresas siderúrgicas y energéticas.
Tampoco ha escapado de la escalada la industria de fertilizantes, la cual además impacta al sector agropecuario, lo cual derivará en un potencial incremento de los precios del maíz y el trigo, así como en bienes de consumo. Basta recordar que tanto Rusia como Ucrania son grandes exportadores de estos insumos básicos a nivel mundial.
Asimismo, estos países son grandes exportadores de metales esenciales como paladio, aluminio y níquel, que se emplean en diferentes industrias que van desde la elaboración de teléfonos celulares, hasta automóviles.
Una de las mayores preocupaciones es el precio del petróleo, el cual se ha elevado a más de 100 dólares el barril, aunque especialistas prevén que si se prolonga el conflicto pueda alcanzar un 20 o 30 por ciento más, lo cual está por demás decir afecta a todos sus derivados y eleva el precio de la energía.
Aunado a lo anterior, el lunes de esta semana se disparó el precio del gas natural y otras materias primas de las cuales depende el poder calentar los hogares, llenar los tanques de gasolina y que las industrias puedan operar.
Es así que se espera se eleven también las tarifas de los costos de transporte. Especialistas de la consultoría de cadenas de suministro FourKites vaticinan que las tarifas marítimas puedan duplicarse e incluso triplicarse, pasando de 10 mil a 30 mil dólares por contenedor.
Recordemos también que Rusia cerró su espacio aéreo a 36 países, lo que significa que los aviones de carga tendrán que recurrir a rutas alternas, lo que los hará elevar sus tarifas por el incremento de gasto en combustible.
Otra de las repercusiones recaería en la inflación mundial, la cual se incrementaría y resonaría en las tasas de interés. Tan sólo esta semana los mercados accionarios en Estados Unidos abrieron a la baja y en Europa están en números rojos.
Todo esto derivará en posible escasez de mercancías y por lo tanto en precios altos, lo cual recae de manera muy importante en los consumidores finales, que somos los propios ciudadanos.
Sin embargo, una de las mayores lecciones es que hoy estamos viendo la urgente necesidad de un cambio geopolítico, al cual de manera inminente nos llevará la actual guerra.
Porque no solo se trata de Ucrania, sino también de un sistema que a lo largo de muchos años se corrompió con contradicciones e intereses particulares, lo cual ha provocado un latente cuestionamiento respecto a cómo está construida la libertad internacional y la democracia.
Es evidente que tanto el campo de batalla, como el mercado son desiguales y no hay verdaderos mecanismos regulatorios y de solución de conflictos.
En esta sintonía surgirán nuevos liderazgos internacionales. China jugará un papel más importante y Rusia, como nación ajena a los intereses de Vladimir Putin, puede tener un papel preponderante.
Hoy estamos observando la propia inercia de los pueblos que demandan la construcción de un nuevo orden internacional democrático, en el que más voces tengan la oportunidad de ser escuchadas para procurar libremente su desarrollo económico, social y cultural.