Desde tiempos inmemoriales, en la mente y el corazón del ser humano, ha existido la necesidad de reconocer la existencia de un ser supremo, creador de todas las cosas, de tener a alguien superior a ellos a quien solicitarle su protección, ayuda, a quien recurrir en sus problemas, y también de agradecer por los dones que recibe, por el alimento, por las conquistas, por la vida y también por la muerte, encontrándolos en la naturaleza, en el cielo, en las estrellas, en la lluvia, en los animales, ya que en su mente primitiva, los fenómenos naturales no tenían explicación alguna y los veían como sus protectores.
Para los católicos, la oración por excelencia para dirigirnos a nuestro Dios es “El Padre Nuestro”, oración que Jesús mismo nos enseñó y que dos de sus Evangelistas nos narran cómo Jesús nos dio a conocer esta oración y a continuación citaré:
En el Evangelio de San Mateo, en el capítulo 6, versículos 6 -13 dice:
“Tu cuando reces, entra en tu pieza, cierra la puerta y reza a tu Padre que comparte tus secretos, y tu Padre, que ve los secretos, te premiará. Al orar no multipliquen las palabras, como hacen los paganos que piensan que por mucho hablar serán atendidos. Ustedes no recen de este modo, porque antes que pidan el Padre sabe lo que necesitan.
Ustedes pues oren de esta manera:
Padre nuestro, Padre de los Cielos, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad: en la tierra como en el cielo.
Danos hoy el pan de este día y perdona nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en la prueba, sino que líbranos del Malo”.
En el Evangelio de San Lucas, en el capítulo 11 versículos 1 -4 dice:
“Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminaba su oración, uno de sus discípulos le pidió: “Señor, enséñanos a orar, así como Juan enseñó a sus discípulos”.
Él les dijo: “Cuando recen, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino. Danos cada día el pan del día. Perdónanos nuestros pecados, pues nosotros perdonamos a todo el que nos debe Y no nos dejes caer en la prueba””
Es importante resaltar las circunstancias en las cuales los dos evangelistas nos entregan esta hermosa oración.
Para San Mateo, la oración del Padre nuestro es dada a conocer por el mismo Jesús después de su predicación del Sermón de la Montaña, posteriormente de haberles explicado que debemos de ser sal de la tierra y luz del mundo, que Jesús vino a la tierra para dar cumplimiento a la Ley y a los profetas y después de recordarnos que el Amor es lo que hace perfecto a los hombres y que estamos llamados a hacer el bien siempre, pero con actitud humilde, sin buscar el reconocimiento de los demás, y es Jesús el que nos dice en forma directa que para rezar, lo debes hacer rezando a Tu Padre desde el fondo de tu corazón, concentrado solamente en la oración o diálogo que entables con Dios para que sea efectiva tu oración.
Por su parte, para San Lucas, en el capítulo 10 nos habla que Jesús escogió a otros setenta y dos discípulos y los mandó a predicar lo que ellos habían aprendido de Jesús, después dijo la parábola del buen samaritano y la enseñanza en las actitudes de Marta y María, donde cabe resaltar que es Jesús, el que nos dice que lo más importante es “escuchar a Cristo cuando se hace presente” y que todo lo demás puede esperar. Posterior a estos acontecimientos, es donde uno de sus discípulos le pide a Jesús, que les enseñe a orar como Él.
Recordemos que Jesús nos da ejemplo de oración, amor, humildad, sacrificio, obediencia y trabajo, porque antes de iniciar su vida pública, se retiró por cuarenta días al desierto para purificarse y orar al Padre, y antes y después de cada predicación o enseñanza, se retiraba a un lugar apartado para orar al Padre y ponerse en contacto con Él, ya que para Jesús, la Oración es el motor, la fuerza y la guía para cumplir con su misión.
Nos podemos imaginar que en ese diálogo que mantenía con su Padre, era para que lo ayudara a extender el mensaje del Amor, que las enseñanzas de Jesús fueran recibidas en el corazón de su pueblo y de todos los que quisieran escuchar su mensaje, de darle gracias por los resultados obtenidos, por la conversión de algunos judíos, por la sanación de los enfermos o para pedirle su guía y ayuda en su ardua labor de predicar su mensaje y así cumplir la misión por la que Jesús vino al mundo: Dar a conocer el Amor Misericordioso del Padre y darlo a conocer a Él por medio de Jesús.
Sea como fuera, que Jesús nos enseña en forma directa a orar, o que un discípulo le pidiera a Jesús que nos enseñe a orar, no importa, lo que importa es que los dos evangelistas coinciden en que fue Jesús el que nos enseñó la forma para dirigirnos a su Padre y las palabras con las cuales nos tenemos que dirigirnos a Él, palabras que encierran las enseñanza y el mensaje de Jesús.
Todos conocemos el Padre nuestro, oración conocida también como la Oración Dominical o la Oración del Señor, porque Jesús mismo nos la enseñó. Para Santo Tomás de Aquino, dice que El Padre nuestro “es la más perfecta de todas las oraciones” porque encierra el contenido del Evangelio, y si no nos acordamos a continuación la citamos:
Padre nuestro que estás en el cielo
Santificado sea Tu Nombre
Venga a nosotros Tu Reino
Hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día
Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden
No nos dejes caer en la tentación
Y líbranos del mal.
Amén.
Recodemos que la estructura del “Padre nuestro” tiene un saludo y siete peticiones, las tres primeras son para dar Gloria al Padre, es para recordarnos que Dios es nuestro Padre y que nosotros somos sus hijos amados, y si conocemos al Padre, tenemos que pedirle la Santificación de Su Nombre, la venida de su Reino y la realización de su Voluntad; y las cuatro restantes, es donde los hijos del Padre, le pedimos su misericordia, su ayuda, su gracia y su protección, por lo que es importante conocerlas, analizarlas y meditar cada una de las palabras de esta hermosa oración, para que aprendamos a comunicarnos mejor con nuestro Dios.
- Padre nuestro que estás en los cielos.
Padre: Dios es Todopoderoso, creador del cielo, de la tierra, de los animales, de las plantas, frutos, del agua, del hombre y de la mujer, Él creó al mundo y todo lo que hay en él y Él quiere que para buscarlo, llamarlo y dirigirnos a Él le digamos “Padre”, porque nosotros los humanos somos sus hijos, creados a imagen y semejanza suya, es por ello que Él nos ve como sus hijos y más aún Él nos entregó a Su Hijo único Jesucristo para salvarnos y para que por medio de Él lo conozcamos, amemos, respetemos y sigamos sus mandamientos para alcanzar la salvación. Siempre recordemos que a pesar de las decisiones que tomemos, buenas o malas, Dios siempre está a nuestro lado esperando que recurramos a Él para que nos muestre el camino a seguir y tengamos presente que todos, sin importar credo, raza o situación social, somos hijos amados del Padre.
Nuestro: Dios es Padre de Jesucristo, su hijo muy amado, es también nuestro padre, de todos los seres humanos que han existido, existen y existirán, a todos nos ama por igual sin importar raza, credo, situación social, política o instrucción, por ello envió a su Hijo Jesucristo para que a través de su vida, obras, predicación, ejemplo, pasión, muerte y resurrección alcancemos la salvación de nuestras almas y lo más importante, al darnos el mandamiento del Amor: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”, nos dio el secreto de la salvación.
Que estás en el cielo: Recordemos las enseñanzas que aprendimos cuando éramos pequeños: “Dios está en el cielo, en la tierra y en todo lugar”, por eso es que Dios es Omnipresente, es decir, que está en todos lados al mismo tiempo. Siempre se ha considerado que la residencia de Dios es el Cielo y que es ahí, cuando las almas puras de los hombres y mujeres que han muerto y se han purificado, van a gozar de la Presencia de Dios para alabarlo por ser Dios y vivir en una perfecta armonía de Amor con Él, con la Virgen María, todos los Santos y con el coro angelical.
- Santificado sea tu nombre.
Santificar el nombre es santificar a la persona, en este caso, Santificado sea Tu Nombre es expresar una alabanza que reconoce a Dios como Santo, es alabarlo en su misericordia, en su grandeza, en su amor, en su perdón, es expresar que Dios es nuestro Dios, es nuestra forma de decirle que lo amamos, lo respetamos y que queremos agradarle con nuestra vida, y que queremos que todos los hombres lo conozcan.
- Venga a nosotros tu Reino
Venga a nosotros tu Reino es pedirle a Dios, que Él reine en nuestros corazones, en nuestras vidas, en nuestras familias, en nuestro mundo, es pedirle que reine el amor, la paz, la justicia, es colaborar con la evangelización para que todos los hombres conozcan a Dios y lo alaben como su Señor, para que reine sobre todas sus creaturas.
- Hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo
Hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo, es aceptar con amor y alegría las pruebas que tengamos cada día, aceptar las cosas buenas, los éxitos, el ayudar a nuestro prójimo, el cumplir con nuestro trabajo de forma eficiente, y responsable, así como también las dificultades, los problemas, la enfermedad, la pérdida, el dolor, es confiar en Dios, en que todo lo que vivimos es por algo, que todo tiene una enseñanza para ser mejores personas, es unirnos a Jesús en el huerto de los olivos y decirle al Padre con completo amor y humildad: “No se haga mi voluntad, sino la tuya”
- Danos hoy nuestro pan de cada día.
Danos hoy nuestro pan de cada día, es pedirle a Dios que nos conceda el pan material para saciar nuestra hambre, no solo de nosotros sino de todos nuestros hermanos en el mundo entero y también es pedirle que no nos falte su palabra y su Eucaristía para alimentar nuestro espíritu porque recordemos las palabras del evangelio de Mateo 4, 4: “Dice la Escritura que el hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”
- Perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden.
Perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, es reconocer que somos seres limitados, con defectos, que dañamos a nuestros semejantes con nuestras palabras, acciones o con nuestro trabajo mal hecho, es decir, que pecamos al no cumplir con los Mandamientos de Dios, y cuando nos damos cuenta que hemos quebrantado esos lineamientos de vida, tenemos que acercarnos con humildad y arrepentimiento al Sacramento de la Confesión y pedir perdón a Dios a través del sacerdote por nuestras faltas cometidas, para que así, libres de culpa, estemos en gracia de Dios para cumplir con sus mandamientos y ser felices.
Al pedir perdón a Dios nos liberamos de ese peso que cargamos por el pecado, tenemos que hacer penitencia, oración y obras de misericordia para enmendar nuestros errores y sobre todo ser más conscientes de nuestro actuar y tener un corazón dispuesto al cambio para ser plenamente felices aquí en la tierra y posteriormente en el cielo.
Y si hemos sentido la misericordia de Dios al perdonar nuestras faltas, también nosotros tenemos que perdonar a nuestros semejantes, no decir como muchos dicen: “perdono, pero no olvido”, eso no perdonar, porque le seguimos dando vuelta en nuestra cabeza y corazón a las ofensas que nos han hecho, nos dañamos y seguimos en el círculo vicioso de víctimas, que nos impide ser plenamente libres y felices.
Si hemos sido los que hemos ofendido a nuestros semejantes, tenemos que acercarnos a ellos con humildad y amor y solicitar que nos perdonen para que estemos libres de esa culpa.
No llenemos nuestro corazón de resentimiento, odio y venganza, sentimientos que carcomen el alma y la destruyen, mejor llenémoslo de amor, perdón, misericordia, disculpa y oración.
- No nos dejes caer en la tentación
No nos dejes caer en la tentación, es pedirle a Dios la fuerza necesaria para decir No al pecado, al demonio que nos tienta de muchas formas para romper la amistad con Dios, al ser avariciosos, flojos, mentirosos, lujuriosos, infieles, al robar, difamar a una persona falsamente, al ser egoístas y tantas otras conductas que vemos normales cuando son faltas graves a los mandamientos de Dios. Todos somos débiles, pero sólo con la gracia de Dios y una oración firme y constante en forma humilde y con confianza en nuestro Padre, podremos cambiar nuestra vida para no ofenderle más.
- Y líbranos del mal
Y líbranos del mal es pedirle a Dios que nos libre de todos los males físicos y espirituales, que nos libre del pecado que lentamente mata nuestra alma, es solicitar la paz y la gracia de Dios para vivir en armonía con Él aquí en la tierra y cuando muramos gozar en Su Reino la felicidad plena.
El Amén al finalizar el Padre nuestro significa “Así sea”, confiar en que todo lo que hemos pedido y agradecido a Dios va a ser escuchado por nuestro Padre Dios y que Él nos ayudará en nuestras pruebas diarias, en nuestro trabajo, en nuestra enfermedad, es confiar, sentir y alabar a Dios siempre, con la confianza de saber que somos hijos amados del Padre, que nos ama, que nos da la libertad a través del libre albedrío para elegir el bien o el mal, pero sin importar la decisión que tomemos, las consecuencias de nuestros actos y la comisión de nuestros pecados, errores o desviaciones de sus normas o mandamientos, Él siempre estará a nuestro lado para ayudarnos, sostenernos y conducirnos a Su Reino y espera con ansia el retorno de todos sus hijos a su lado.