Le encargaron a José Antonio Meade la misión, absolutamente imposible de cumplir, de llevar a la victoria a un partido, el PRI —en el que no milita, por cierto—, más que desprestigiado. La aceptó porque es un hombre valiente. Rechazó la comodidad de un cargo importantísimo garantizado durante muchos años, la jefatura del Banco de México.
Meade va a perder, ya no hay duda. Debe hacer de su derrota el cimiento de futuras victorias.
También van a perder Ricardo Anaya, Margarita Zavala y Jaime El Bronco Rodríguez. Anaya y Margarita porque no supieron mantener unido al PAN. El Bronco porque no se tomó en serio el trabajo de gobernar Nuevo León.
Si son inteligentes, y lo son, todos los mencionados deben entender que hoy empiezan su verdadera carrera política.
El caso de José Antonio Meade es especial. Ya no hay para él una carrera tecnocrática. Como especialista en temas técnicos fue brillantísimo en su paso por el servicio público, pero eso se acabó.
Tiene dos caminos Meade: (i) el de Francisco Labastida que cayó en la irrelevancia por no haber seguido luchando después de haber perdido la Presidencia frente a Vicente Fox, o (ii) el de Andrés Manuel López Obrador, que no se rindió a pesar de dos fuertes descalabros electorales.
Explicaciones de lo que le está pasando al PRI, que no a Meade —el rechazado por los electores es el partido, no el candidato—, hay muchas.
Cito a Luis Bassets de El País, de España:
“Una derrota cierta, redonda, no llega por qué sí. Hay que trabajarla denodadamente. Hay que cocerla al fuego lento de muchos errores y autoengaños, de muchas oportunidades perdidas y sabias retiradas descartadas”.
El avión, el avión de Obama
Al PRI y a su actual líder real, Enrique Peña Nieto, los derrotaron los enemigos de las reformas estructurales que tanto los atacaron, pero también el propio EPN y sus principales colaboradores contribuyeron a su crisis electoral cuando no tomaron una sencilla decisión: vender el avión presidencial.
Una sociedad tan agraviada por numerosos escándalos de corrupción necesitaba un gesto de austeridad simbólico de parte del gobierno.
El avión, sumamente avanzado y hasta lujoso, no se justificaba. La decisión de comprarlo no fue de Peña Nieto, sino de su antecesor, Felipe Calderón. Pero el actual presidente sí podía deshacerse de la aeronave
Recuerdo que en una entrevista EPN me dijo que había ordenado a Luis Videgaray analizar la conveniencia de vender o no el avión.
Desgraciadamente, Videgaray analizó el tema solo desde el punto de vista económico, y no, no era conveniente que el gobierne vendiera el aeroplano.
Al mejor cazador se le va a libre, y así, un político tan hábil como Videgaray no hizo un análisis político, por lo que el avión fue estrenado por Enrique Peña Nieto.
A partir de ahí —“ese avión no lo tiene ni Obama”, ha dicho tantas veces López Obrador— el fundador de Morena empezó su imparable ascenso en las preferencias electorales.
Hoy Andrés Manuel tiene casi 20 puntos de ventaja en las encuestas serias, como la de México Elige que difunde cada 15 días SDP Noticias.
¿Todo está perdido para Meade?
Desde luego que no. No hay ni derrotas ni victorias definitivas.
Tiempo le sobrará a Meade para consolidar su liderazgo político en la oposición. La lucha empieza. Tendrá que usar todo su talento, que es bastante, para convertirse en el gran contrapeso del presidente López Obrador.
Habrá nuevas elecciones. Podrá volver a ganar la izquierda, o no. El PRI, si se reorganiza tendrá otras oportunidades, lo mismo el PAN.
En fin, Meade, que es un hombre extraordinario, debe entender que las derrotas —o los triunfos— son pasajeros.
Más aún, como dijo Kipling, la derrota y la victoria son simplemente dos impostores que deben tomarse con serenidad y hasta con desdén.
¿Qué sigue para Margarita y Anaya?
Unificar de nuevo a los panistas. La culpa de la división no es tanto de ella, como de él. Ricardo Anaya cometió el pecado de no permitir una contienda democrática equitativa al interior del partido y Margarita Zavala, con toda razón, tomo la decisión de irse.
Alguien tendrá que unir de nuevo a los tradicionales simpatizantes del panismo. Creo que Anaya no podrá hacerlo. Margarita, sí.
No necesariamente Margarita unirá a los panistas en el viejo PAN, que quizá ya no tenga remedio. Podría ocurrir que ella, apoyada en su marido, Felipe Calderón, funden un nuevo instituto político. Les pronostico éxito.
¿Y El Bronco?
Jaime Rodríguez ebe volver a Nuevo León y hacer ya, de una buena vez, lo que no ha hecho: dedicar tiempo al despacho de gobernador para ponerse —más vale tarde que nunca— a gobernar.